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El Camino del Medio

DCU PUCV 13 de marzo de 2012

Por Alfredo Joignant

Desde hace varias semanas (en rigor, desde que se inició el presente año), la principal fuente de protagonismo político opositor ha sido el PDC. Desde el audaz anuncio de la candidatura presidencial de la senadora Ximena Rincón, hasta la proclamación de la voluntad de acceder a la primera magistratura del (aún) alcalde Claudio Orrego, pasando por el bullado acuerdo DC-RN sobre el cambio de las formas del régimen, son todas iniciativas y estrategias vinculadas al partido de la flecha roja como organización o, en su defecto, a partir de decisiones de algunos de sus más conspicuos líderes. Qué duda cabe: si ya el acuerdo alcanzado con RN constituye la más avanzada propuesta de reforma política desde 1990, liderada por los dos jefes de partido más conservadores de todo el espectro chileno (como para convencerse de que para formular una propuesta objetivamente revolucionaria no es necesario ser revolucionario), la expresión de voluntad presidencial por Rincón y Orrego (y tal vez mañana por Walker y Pizarro) dibuja claramente el camino del medio por parte del PDC. Es decir, un camino que el vulgo califica de "centro", en el que pueden confluir intereses transversales al cabo de una infracción a la línea divisoria que separa la izquierda de la derecha, en donde el "centro" encarnado por el PDC puede tornarse excéntrico, y al que pueden concurrir votantes moderados y hasta progresistas, acallando las voces más ideológicas de la derecha y de la izquierda partidaria.



Ante ello, el bloque PS-PPD se presenta como timorato, reactivo y carente de iniciativa, en donde el cultivo de un perfil de izquierda se reduce a promover un acuerdo electoral con el PC... y punto. Si se quiere creer que el camino del medio que es ensayado por el PDC es el fruto de una división del trabajo con los socialistas (en quienes recaería la misión de ampliar la oposición hacia la izquierda), entonces no cabe duda de que el primero ha cumplido con claridad su tarea, mientras que los segundos no sólo nada dicen ni hacen para abrirse a esa izquierda social que manifiesta rudamente su descontento en la calle sin articular un proyecto político en forma, sino que además son percibidos como meros conservadores (en el sentido museístico del término) de aquel tesoro llamado Bachelet. La pregunta es por qué el PS se ha transformado en un partido conservador, en el sentido al que acabo de aludir.

Resulta cada vez más evidente que no existe interés en el socialismo por elaborar de modo organizado un proyecto político de largo plazo, en donde el futuro deseado es imaginado en un periodo de 20 años, delegando entonces la construcción de un programa de gobierno en una candidata en quien se deposita ya no sólo confianza, sino fe. He allí la realidad más palpable de partidos débiles, esos que se acomodan a formas minimalistas de la izquierda, y que buscan aglutinar, y vencer, apelando al realismo electoral ("sólo valen las elecciones ganadas, y la ex Presidenta es una carta de triunfo"). Ante los conservadores del tesoro, ¿en qué posición queda Michelle Bachelet? Arriesguemos una analogía a primera vista chocante, pero en este caso pedagógica: si, según Eloy Martínez, a Perón se le reprochaba cuando mozo el "no saber sentir", lo que los socialistas destacan de Bachelet (retomando los términos del autor de La novela de Perón ) es su capacidad de "representar los sentimientos", algo necesario, pero muy insuficiente.

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