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Un acto de justicia y no de populismo

DCU PUCV 13 de septiembre de 2010

Hace unas semanas atrás se aprobó el proyecto de ley que declaraba feriado los días 17 y 20 de septiembre por motivo del Bicentenario de nuestra República. Fui desde el principio una de las promotoras de esta idea, porque creo que era una buena opción para celebrar con unidad y en familia una fecha tan importante para los chilenos, y en consideración a ser este año el de la peor tragedia vivida con ocasión del terremoto y el tsunami del 27 de febrero.

Posterior a esa decisión, diputados de la Concertación presentaron dos proyectos que declaraban irrenunciables los días 19 y 20 buscando que la celebración de las Fiestas Patrias se extendiera a miles de trabajadores, especialmente los del comercio.


Quisiera centrar mi análisis no en la discusión económica que significa declarar irrenunciables ambos días, sino más bien en la dimensión humana que encierra representar los intereses de los más pobres, de los trabajadores del comercio, de los trabajadores agrícolas y subcontratistas del Maule Sur y de todo el país, que no son dueños del capital, sino que, por el contrario, su único bien es el trabajo, el fruto de sus manos.
Este es un merecido reconocimiento al trabajo que realizan día tras día hombres y mujeres de nuestra patria. Es también la forma en que los senadores que intentamos mejorar el ingreso mínimo podemos reivindicarnos, porque creemos que en Chile aún no podemos hablar de un país con igualdad.


Uno de los pilares fundamentales de nuestra Constitución y del Derecho del Trabajo es el principio de la igualdad, el cual tiene trascendencia en la protección y la equidad al interior de las relaciones laborales, concretando en el ámbito laboral la justicia distributiva, es decir, dar un trato igual a aquellos que se encuentren en una posición similar.


En este Parlamento se ha avanzado en materias vinculadas a la igualdad. Hace unos años se aprobó la ley que prohíbe la discriminación en las remuneraciones entre hombres y mujeres, dando un paso adelante para reconocer la figura de la “ciudadanía en la empresa”, lo cual es posible distinguir hoy con claridad en el Código del Trabajo y en nuestra legislación constitucional.


¿Podemos decir hoy, en pleno siglo XXI, que en Chile existen trabajadores de primera y de segunda categoría, como lo era hace cien años, para el Chile del centenario? Al parecer la respuesta es que sí. Existen claras deficiencias en nuestra legislación laboral, que hacen que en Chile muchas veces en una misma empresa haya trabajadores de planta y otros subcontratados que ganan un 50% menos en su remuneración.


Hay otras en que mientras algunos negocian colectivamente y pueden acceder a buenas remuneraciones otros ni siquiera pueden almorzar en condiciones dignas; para qué señalar si pueden constituir sindicatos por los subterfugios legales que se utilizan para dinamitar la organización de los trabajadores y lograr, por tanto, mejoras en sus relaciones laborales y en sus remuneraciones.


Este proyecto de ley viene a ratificar un principio básico del derecho internacional de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de nuestra Constitución y del Código del Trabajo, el principio de la igualdad, el cual debemos propender a cautelar en este Senado.


En estas Fiestas Patrias tan importantes para Chile se requiere que el derecho a descansar sea ejercido no solo por un cierto número de trabajadores, sino que por todos y por todas. Estoy convencida que este es un acto de justicia. Haber aprobado el 19 y 20 como feriados irrenunciables es digno de la celebración de un bicentenario de la República.


Este es un merecido reconocimiento al trabajo que realizan día tras día hombres y mujeres de nuestra patria. Es también la forma en que los senadores que intentamos mejorar el ingreso mínimo podemos reivindicarnos, porque creemos que en Chile aún no podemos hablar de un país con igualdad, con oportunidades, que celebra su bicentenario con grandeza.
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La DC que queremos, el país que soñamos. IW.

DCU PUCV 5 de septiembre de 2010

Hace algunas semanas, en plena campaña electoral, mientras recorríamos el camino que va desde el aeropuerto de la región de Atacama, hacia Copiapó y Vallenar, junto a nuestra querida amiga Anita Quiroga, por entonces candidata a Vice Presidenta de nuestra Lista 1, del Movimiento Amplio por la Renovación (MAR), contemplábamos extasiados ese paisaje único e irrepetible del desierto florido que caracteriza a la región del norte en esta época del año.


Al comentar en días pasados con algunos amigos y amigas esa escena imborrable y sobrecogedora, tan bella como indescriptible, decidimos que esa sería la imagen que presidiría este acto, y que caracterizaría la gestión de nuestra directiva nacional en los próximos dos años: la imagen del desierto florido.


Por un lado, digámoslo francamente, porque para muchas personas, hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, la política es como el desierto: seco, árido, y de difícil acceso. Para muchos –tal vez demasiados- la política se parece más a un desierto que a un vergel.


Por otro lado, sin embargo, algunos nutrientes de mucha potencia tendrá que contener ese mismo desierto como que, bajo ciertas condiciones de clima y de sol, es capaz de florecer en la forma espléndida que contemplamos en el norte de Chile.


Queremos transformar el desierto árido e inhóspito que muchas veces es la política, en un desierto florido. Esa es la renovación de la política que postulamos como deseable y necesaria para la política en nuestro país y en nuestro partido.


Lo hacemos con una mirada esperanzada que se alimenta de la visión y de la búsqueda del reino de Dios y su Justicia, de esa visión que nos legara con singular elocuencia el Profeta Isaías; aquella situación, utópica si se quiere, en donde el lobo habitará con el cordero y las espadas se convertirán en azadones, bajo el signo de la justicia.


Ese es nuestro sueño, esa es nuestra invitación.


Para volver a soñar en el Chile que queremos tenemos que desarrollar una gran capacidad de escucha. No habrá nutrientes que nos hagan germinar nuevamente si no somos capaces de escuchar; de estar atentos a los signos de los tiempos que nos interpelan e invitan, de las cosas nuevas (“rerum novarum”) de nuestro tiempo, es decir, de 2010 y no de 1891.


Es ese un aspecto fundamental de la renovación de la política que postulamos como necesaria y deseable, que se resume en la necesidad de una buena política, y de buenas prácticas, frente a los nuevos desafíos del siglo XXI.


Capacidad de escuchar también a los que no son demócrata cristianos ni están en la política activa pero que son nuestra razón de ser como partido: los trabajadores, las mujeres, los sectores medios emergentes y también los que se sienten parte de la clase media perdedora; en fin, los adultos mayores y, muy especialmente, los jóvenes. Queremos volver a ser un partido de jóvenes y pasar el bastón de relevo que hoy recibimos a una nueva generación política.


Queremos también escuchar a los que viven en la desesperanza, a los que se encuentran cesantes o están presos, a los que siguen sumidos en la pobreza o la extrema pobreza, a los que observan con impotencia y frustración las brechas sociales escandalosas que aún subsisten entre ricos y pobres, a los Mapuches y los representantes de los pueblos originarios que habitaron esta tierra antes de la llegada de los españoles.


Saludamos a nuestros hermanos y hermanas mapuches, y les decimos:sus sueños son nuestros sueños.


Queridos camaradas, amigos y amigas: esta no es tarea de una persona o de una directiva. Es tarea de todos; de militantes, simpatizantes y adherentes, y de las nuevas voluntades que sepamos captar y seducir hacia el futuro.


Los nutrientes de esta tarea son los sueños e ideales compartidos, el espíritu que nos legaron nuestros fundadores, el sentido ético de la política, la necesidad de volcarse hacia y desde lo social, y la unidad interna como norma de conducta permanente y forma de relacionarnos.


Cuidemos nuestra unidad, practiquemos la fraternidad, cuidemos y potenciemos nuestros liderazgos internos, en vez de destruirlos.


La democracia cristiana es, en verdad, un gran acto de amor por Chile. Para quiénes profesamos el humanismo cristiano la política es, como nos lo dijera con voz emocionada en su última aparición en una Junta Nacional el maestro Jaime Castillo Velasco, la expresión concreta del amor al prójimo. La Política –con mayúscula- debiera parecerse a lo que les escuchamos decir a los mineros en Copiapó, tras ser contactados desde la superficie, cuando preguntaron: “¿están bien nuestros compañeros?” Nosotros queríamos saber cómo estaban ellos después de dos semanas de desgracia; ellos, en cambio, querían saber cómo estaban sus compañeros. Solo entonces procedieron a entonar la canción nacional.


Esa es la DC que queremos y el país que soñamos.


Hay aquí otro símbolo que ha estado presente en esta acto: la canción nacional, al son de las voces emocionadas de los 33 mineros de la mina San José. Y es que no puede pasarnos inadvertido el hecho de que este primer acto de la nueva directiva del PDC, en sintonía con todos los militantes del partido, a lo largo y ancho de Chile, tiene lugar en el mes de la patria, en el año del bicentenario.


Esta no es una simple coincidencia. Esa ha sido la razón de ser, primero de la Falange Nacional, y luego de la DC: servir a Chile.


A decir verdad, la historia de la DC se confunde con la historia de Chile. Somos expresión del republicanismo cristiano, que, junto con el republicanismo laico, han sido dos pilares de nuestra patria; dos pilares que hoy vemos reflejados en la Concertación de Partidos por la Democracia de la que formamos parte, punto de convergencia del humanismo cristiano y del humanismo laico, de la democracia cristiana y el socialismo democrático, en sus diversas expresiones.


“Somos la continuidad histórica de Chile”, nos dijo con voz fuerte Eduardo Frei Montalva en ese inolvidable acto en el Teatro Caupolicán, en 1980.


La movilización social, política y electoral que nos llevara al triunfo de Octubre de 1988 fue más que la unión de demócrata cristianos y socialistas, fue el Chile profundo de nuestras mejores tradiciones democráticas y republicanas, marcado desde sus orígenes por el signo de la libertad, el respeto por la ley, la vigencia del derecho, y el anhelo de justicia.


Ese ha sido, a través de nuestra historia, el “alma de Chile” del que nos hablara ese profeta de nuestra tierra, el último padre de la patria, me atrevería a decir, el Cardenal Raúl Silva Henríquez.


Históricamente hemos convocado a nuestros compatriotas a compartir nuestros sueños y forjar un futuro marcado por el signo de la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia social.


Fue lo que hicimos en 1937 con el surgimiento de la Falange Nacional, que propuso un partido de nuevo tipo, “más allá de derechas e izquierdas”, reflejado en la flecha roja que dibujara Ignacio Palma Vicuña. Fue lo que hicimos en 1957 con la creación de nuestro Partido Demócrata Cristiano, definido como una colectividad de vocación “nacional y popular”. Fue lo que hicimos en 1964 con la Revolución en Libertad del Presidente Frei Montalva que fue capaz de movilizar a las grandes mayorías nacionales, sobretodo a los jóvenes, a los campesinos y a los trabajadores. Fue lo que logramos el 5 de Octubre de 1988 tras el triunfo en el plebiscito que abrió paso a la libertad y la democracia. Es lo que hemos hecho en los últimos 20 años bajo los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei RT, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, en la era de la Concertación.Aquí estamos los demócrata cristianos.


Aquí estamos para construir la patria grande con que soñaron los falangistas, la patria joven con que Frei Montalva movilizó a todo un pueblo, la patria para todos a la que nos convocó Jaime Castillo Velasco en plena dictadura militar, y la patria justa y buena a la que nos llamó el Presidente Aylwin en plena transición a la democracia.


Lo hacemos, sin ambigüedad, desde nuestra doble condición de oposición y de concertacionistas.


Que nadie se llame a engaño en esta materia: somos de oposición por voluntad popular y no estamos dispuestos a cruzar a la vereda del frente.


Eso es lo hermoso de la democracia: que el que gana gobierna, y el que pierde no se va para la casa, sino a la oposición; en nuestro caso, una oposición clara, firme y decidida, buscando afanosamente servir a Chile tras la búsqueda del bien común, único norte de un verdadero demócrata cristiano.


Queremos ser claros: cada vez que el gobierno pase a llevar los derechos de los trabajadores, incumpla sus propias promesas, o intente desconocer los logros de los últimos 20 años, bajo los gobiernos de la Concertación, seremos los primeros en levantar nuestra voz, fuerte y clara, para denunciar aquello que atente contra los legítimos intereses, aspiraciones y derechos de las grandes mayorías nacionales.


Con la misma claridad queremos decir que cuando este gobierno plantee temas e iniciativas que vayan en beneficio del país, seremos los primeros en apoyar esas políticas.


La gente no quiere que la clase política sea puro conflicto, quiere que el gobierno sea gobierno, que la oposición sea oposición, y que ambos trabajemos por el bien de Chile.


Todo lo anterior queremos hacerlo como partido y como Concertación.


En materia de política de alianzas, nuestra fórmula es muy simple: la DC sola, no puede, y sin la DC no se puede. Es esta la política que debemos proyectar hacia el futuro sobre nuevas bases y una renovada fuerza transformadora.


Lo que no podemos hacer es ofrecer más de lo mismo. Así como queremos una nueva y mejor democracia cristiana, también queremos una nueva y mejor Concertación, de cara al futuro y a los nuevos desafíos del siglo XXI, que no son los mismos del siglo XX, en la era de la globalización, que es distinta a la de la guerra fría, desde la oposición, y no desde el gobierno como ha sido a lo largo de los últimos 20 años.


Que nadie se equivoque en este punto: lucharemos desde la oposición, pero con una clara vocación de mayoría. Aspiramos a volver a gobernar sobre la base de nuevas ideas, de nuevos líderes, y de una nueva mayoría social y política.


La Concertación inició una nueva etapa. La primera etapa estuvo dada por la Concertación por el NO, que concluyó exitosamente con la elección del Presidente Aylwin tras el triunfo de las fuerza del NO en el plebiscito de 1988. La segunda etapa estuvo dada por la Concertación de Partidos por la Democracia constituida en coalición de gobierno. Esa etapa concluyó el 11 de marzo pasado, desde que dejamos de ser gobierno. Hoy comenzamos una nueva etapa, y lo hacemos desde una oposición con vocación de mayoría, en una clara perspectiva de futuro.


La Concertación a la que aspiramos es una alianza política que supo escuchar a la gente, que se dio cuenta de sus errores, que no se quedará en lamentaciones, recriminaciones, miradas nostálgicas o cuentas por cobrar. Trabajaremos para hacernos cargo de los sueños de quiénes confiaron en nosotros en los últimos 20 años, conquistando la adhesión de los jóvenes que, hijos de un mundo viejo quieren ser los padres de un mundo nuevo.


Los problemas de la Concertación no tienen que ver con la mera ingeniería electoral, sino con el progresivo alejamiento con más de 4 millones de chilenos y chilenas que ni siquiera están inscritos en los registros electorales, la inmensa mayoría jóvenes, y casi un millón y medio de personas que estando inscritos, no votan. La verdadera renovación de la Concertación está mas puertas afuera que puertas adentro. Salgamos a la calle a conquistar voluntades, especialmente de los jóvenes y de los trabajadores, de los sectores medios y de las mujeres, contagiando de entusiasmo para hacer efectivos los sueños de la gente, que son nuestros propios sueños.


Pasemos de las etiquetas, las caricaturas y los eslóganes, a la política con sentido y contenido, al debate serio y fundado en el plano de las ideas y de las propuestas, tras la búsqueda de la verdad y el servicio del bien común.


Queremos ver germinar ese desierto árido, para verlo transformado en un desierto florido, sobre la base de nuestros sueños y esperanzas, tras la búsqueda de una comunidad de hombres y mujeres libres.


Amigos y amigas, chilenos y chilenas, camaradas todos, compañeros y correligionarios. Estamos aquí porque Chile nos necesita. Hay mucho por hacer, muchas tareas pendientes y sueños por realizar. No queremos ser meros espectadores sino protagonistas del futuro. Desde ahora, desde aquí, le decimos a nuestros militantes, a los amigos y amigas de la Concertación, y al país entero:


¡¡Juventud Chilena Adelante!!
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Carta a los Camaradas

DCU PUCV 1 de septiembre de 2010


Camaradas:
Nuestra Democracia Cristiana está más viva que nunca, así lo han demostrado ustedes que en esta elección donde cerca de 23 mil camaradas llegaron a sufragar este domingo. Nuestra lista ha obtenido una clara mayoría y asumimos la responsabilidad de unir al partido y de trabajar juntos por una mejor Democracia Cristiana
Agradezco a Mariano Fernández y a Leonel Sánchez el haber concretado una campaña sin descalificaciones personales, limpia y frontal. Y desde ya invitamos a toda su lista a trabajar de manera mancomunada por nuestro partido. Hemos realizado un proceso democrático ejemplar. Cuando la Democracia Cristiana gana, todos ganamos.
Les doy las gracias a todos, a los jóvenes que tienen fe y esperanza y a los mayores que han construido este partido y hoy añoran verlo con fuerza. Les prometo que descansaremos ni un día antes que recuperar el millón de votos que hemos perdido.
La Democracia Cristiana no necesita de salvadores ni depende de una sola persona, lo tenemos muy claro. El futuro de nuestro partido lo decidirá la entrega personal y comunitaria, al cien por ciento, de todos y cada uno de sus militantes.
Hemos asumido el mandato de las bases de renovar para crecer. Lo recibimos con responsabilidad y con humildad. Aquí hay espacio para los ideales no para el orgullo.
Nuestro Partido, cuyas raíces más profunda se encuentran en la comunidad, en la familia chilena, en la democracia y en el compromiso social y espiritual de nuestro pueblo, surgirá nuevamente con fuerza, como una voz que represente a los más débiles y, a su vez, los nuevos desafíos que nos presenta el siglo XXI; que como decía el camarada Tomic “sea un Partido defensor no de los satisfechos, sino la espada y escudo de los más pobres”. Esto sólo será una realidad en la medida que nuestro Partido sea capaz de reencontrarse con sus raíces más profundas, con todo el acervo doctrinario que nos dio vida y se plantee frente al país como lo que somos, portadores de un mensaje tan trascendente como comprometido con las necesidades de hoy y del futuro de Chile.
Esto que les señalo, es lo que humildemente, y no exentos de imperfecciones, hemos querido plasmar en nuestra propuesta y acción renovadora. Queremos volver a pararnos sobre la roca firme de nuestras ideas, tradición e historia, con la mirada puesta en las necesidades de nuestros hermanos, de nuestro país y del progreso de Chile. Aspiramos a que don Jaime Castillo, Bernardo Leighton, Eduardo Frei Montalva, Ignacio Palma, Narciso Irureta y tantos otros de nuestros fundadores, nos vean desde su nueva morada, con la mirada llena de orgullo y esperanza, porque fuimos capaces que el sol de nuestras juventudes volviera a brillar.
Hoy comienza un gran desafío para cada uno de nosotros, y queremos invitarlos a crear y crecer, soñar y trabajar. Los esperamos, las puertas del Partido estarán siempre abiertas para todos los humanistas cristianos y, especialmente, para todos los camaradas.
Ignacio Walker