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La Semana Santa y sus lecciones de la Vida Pública. Mario Fuentes

DCU PUCV 26 de abril de 2011

La semana Santa es un tiempo de reflexión cristiana, pero además, nos entrega la posibilidad de meditar acerca de nuestro actuar y su coherencia con los valores que predicamos. Constantemente nos asombramos con los problemas del mundo y con los errores de lo demás, pero no nos percatamos que vivimos insertos en la misma sociedad que hace más de 2000 años repudio a Cristo, juzgándolo de pagano y hereje. Ese Cristo, fue capaz de llevar un mensaje y predicarlo contra toda amenaza y riesgo de vida, porque consideraba que lo que el decía era lo correcto, lo justo. En cambio nosotros, ya habiendo asumido los valores y principios cristianos, en muchas ocasiones no hemos sido capaces de luchar por la verdad o por la injusticia, debido a ese pequeño temor que asoma en nuestros corazones y nos hace detenernos a meditar acerca de los posibles infortunios personales. Qué gran ejemplo el de Jesús de Nazareth, que no sólo es un protagonista cristiano, sino también el más grande líder de la humanidad. A pesar de los años aún nos sigue enseñando, y si observamos con cautela, nos daremos cuenta que su mensaje traspasa la barrera de la vida privada, y nos indica la importancia de la vida en comunidad y del respeto de esta hacia el hombre y su dignidad. Qué curioso, es exactamente lo mismo que deberían hacer quienes se dedican al servicio público, pero que lamentablemente, ya hace muchos años que dejaron de seguir a Cristo y su mensaje. La vida pública de hoy dista mucho de asemejarse a la que Jesús nos indicaba, mas bien parece el templo de Jerusalén repleto de mercaderes, pero que lamentablemente no ha tenido un Jesús que los expulse. De vocación ni hablar, se ha convertido en una opción de trabajo, riquezas y fama, lo más alejado del verdadero camino público, del trabajo por los demás y del afán de engrandecer la nación. El servicio público de hoy, o la política, ha pasado a ser una de las actividades más repudiadas del país, pero ello obedece al actuar de la clase política, y no a la política, que sigue siendo en palabras del padre Miguel Ortega Riquelme " Una de las actividades más hermosas de la caridad. Es romper el espacio de egoísmo que nos rodea. Es quebrar el cristal individualista en el que vivimos. Es buscar una mejor calidad de vida para todos."[2] ¿No estaba a acaso Jesús haciendo política, o en otras palabras haciendo un servicio público?, ¿A cuántos no salvo y curó?, ¿Acaso no dictó leyes? ¿Acaso no llevaba un mensaje?. Todas estas interrogantes nos llevan a concluir que en el servicio público no está el problema, sino en quienes hoy se dicen servidores públicos, es a ello a quien debemos repudiarlos, es a ellos a quien debemos expulsar de la actividad de representación, por lo tanto la tarea es ardua, y nos conmina a luchar contra quienes han decidido usurpar de la democracia y servirse de lo público.

Otro gran ejemplo es el Padre Alberto Hurtado, un hombre que demostró la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Su opción por los más débiles nos debería animar para seguir por esa senda. Lamentablemente, la política de hoy tiene tan poco de congruencia y tan poco de humildad que a veces la gente con justa razón llega a dudar de la capacidad de sus políticos. La patria necesita hombres justos, coherentes y humildes pero siempre con un mensaje que entregar.

Respecto a la política partidaria, ella parece estar constantemente preocupada de sí misma y no de los problemas nacionales, al parecer han confundido los medios con los fines, porque estas instituciones están destinadas a ser herramientas a favor del bien común y no un fin en sí mismas, el único fin es el hombre y sus necesidades. Cuando entiendan que el verdadero trabajo público está afuera de los límites de los partidos, Cuando entiendan que no sólo se trata de críticas y conflictos entre ellos, cuando entiendan que los problemas se tratan con soluciones, cuando entiendan que su verdadera y única ambición debe ser el trabajo por los demás, entonces ahí, quizás, algunas cosas cambiaran.

El futuro de Chile y el mundo necesita hombres de principios, con una profunda vocación comunitaria, perseverantes en su búsqueda de la justicia, la verdad y el bien común, pero además luchadores incansables, verdaderos líderes y no caudillos que se arrodillan ante la saciedad de poder por poder y del ego desenfrenado que envenena su espíritu.


[1] Mario Fuentes. Estudiante de Derecho, Encargado Regional de Formación, JDC V Región Cordillera. Director de la Comunidad de Pensamiento “Padre Jorge Fernández Pradel”, Valparaíso.

[2] Ortega Riquelme, Miguel, Carta a un Político Cristiano, o de Buena Voluntad (Santiago, 2001), p. 17.

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