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Homenaje a Radomiro Tomic

DCU PUCV 12 de mayo de 2012


Discurso pronunciado por el Diputado de la República de Chile y Vicepresidente Nacional del Partido Demócrata Cristiano, Víctor Torres Jeldes, en el Homenaje a Radomiro Tomic, en la Cámara de Diputados.

Señor Presidente, señoras diputadas, señores diputados, Presidente de la Democracia Cristiana Senador Ignacio Walker, distinguida familia aquí presente:
Hoy me corresponde en nombre de la bancada de diputados de la Democracia Cristiana y fraternalmente del Partido por la Democracia, rendir homenaje a uno de los más grandes hombres que han  sido parte de nuestras filas partidarias y de la historia republicana chilena. No obstante aquello, y siguiendo las palabras de mi jefa de bancada Carolina Goic y antes de iniciar mi discurso, no puedo dejar de mencionar a otro grande que hace un par de días también dejó su último suspiro en este mundo terreno, me refiero al abogado, ex senador de la república, ex ministro de Estado, ex embajador de Chile en la Unión Soviética y la Santa Sede. Gran defensor de los DDHH en dictadura, me refiero a don Máximo Pacheco Gómez, para quien solicito, por su intermedio Presidente a esta honorable sala un solemne y merecido aplauso.
 “Bienaventurados aquellos por quienes lloran los pobres cuando mueren, porque estas lágrimas de la multitud, que no nacen del vínculo de la carne y de la sangre, ni de la memoria de servicios o gratitudes individuales, son la señal de la misteriosa filiación en que los pueblos se reconocen en sus santos y en sus héroes.
Ninguna vida más plena, ninguna muerte más bella, ninguna memoria más perdurable que la de estos Elegidos --- ¿por quién?--- para vivir por los demás o para morir por los demás “.
Indudablemente que estas palabras trazadas en el papel e invocadas hacia el universo, con que el Rade, el Tate o el Yugoslavo iniciaba en Enero de 1957 su homenaje a nuestra Gabriela Mistral durante su funeral, hoy se transforman en palabras justas para dar inicio a este sentido homenaje en honor a uno de los más grandes políticos de la Democracia Cristiana y de nuestra Patria, aquel que hoy se recuerda como rostro emblemático de la defensa del cobre para Chile, pero que para muchos de nosotros, trasciende más allá de esa noble causa, me refiero al gran Radomiro Tomic Romero.
En 1914, en la, en aquel entonces, pequeña aldea de Calama, en medio del desierto grande nortino, ve la luz a sus primeros días de paso por este mundo Radomiro, “no nació en una mansión sino cerca del pueblo”; quinto hijo de un total de siete, un buen lugar en una familia numerosa, como decía él, Ni “matón”, ni “consentido”. Sus padres, don Esteban Tomic , quien llega a Chile en 1899 a los 20 años de edad y doña María Romero, con quien contrae matrimonio en 1905.
Criado en un entorno sin lujos ni arribismos, Radomiro aprende a leer en la escuela pública de Calama, mas, su mayor enseñanza, fue entregado por su padre, “la regla sacra”, un principio muy cristiano por lo demás, y ojalá más practicable en estos días, era norma de vida: “Ni usted vale más que ningún otro niño, ni ningún otro niño vale más que usted. ¡Cuando sea hombre grande será muy importante que piense así y que viva así!. Por cierto la coherencia con que dio su testimonio de vida, nos da fe de su aprendizaje en esta norma, sin dejar de valorarse a sí mismo, vivió siempre con el valor de los seres humanos vistos como iguales en dignidad y respeto.
La adolescencia lo lleva de la soledad del desierto hacia la costa, en Antofagasta hizo su enseñanza preparatoria, desde los 11 años, el Colegio San Luis lo vio llegar de interno y coronarse cada año como “el mejor alumno”, con notas tan altas que fue eximido del examen de ingreso a la universidad. Fue precisamente esta época en su vida la que marcó e influyó fuertemente en su incorporación al mundo de la política, las represiones anti-obreras en el salitre, el trato vejatorio para la soberanía chilena en Chuquicamata, y el enfrentamiento universitario con la dictadura de Ibañez, lo acercan a su compromiso con el pueblo. Pero finalmente, y luego de 3 años desde que conoce a Leigthon, termina entregándose a la persuasión de éste para fundar junto a otros, dentro del partido conservador, la que sería más tarde conocida Falange Nacional, antesala de nuestra actual Democracia Cristiana.
Pero un hombre, con toda la pasión que caracterizaba a Tomic, no estuvo exento de ser tocado por la fuerza de Eros. Desde su concepción de la pareja humana como fundamento de la vida personal y colectiva, siempre tuvo tiempo para recrear en los rincones de su mente, el futuro deseado y descrito como aquella “azul y luminosa realidad que allá en el fondo del camino esperándonos esta”, frase que evocaba su esperanza, extraída de una canción de aquellos tiempos.
Y no fue hasta un viaje a la ciudad de Viña del Mar, en que logra acercar su corazón hacia una bella mujer que visualiza en un retrato del casino municipal, una de las Reinas de la Primavera de ese año, muchacha adorable pero tan remota como las estrellas decía. Desde aquel día en que el destino insinuara con quien construiría su futuro, vivió la espera, y no fue sino hasta el verano de 1939, que se logró concretar el encuentro. Producto del terremoto de Chillán aquel año, Tomic canceló su regreso a Iquique tras sus vacaciones y quedó como Jefe de movilización de los trabajos de auxilio que organizara la Falange, y fue en ese contexto que un día ingresa a la sede de Amunategui 65, Olaya Errazuriz junto a su madre doña Carmela Echenique: “nos presentaron -cuenta Tomic- fue verdaderamente un amor a primera vista… pero la ‘azul y luminosa realidad’, continuaba ‘allá en el fondo del camino’”. Don Carlos Errazuriz Ovalle, padre de Olaya, diplomático de carrera fue nombrado jefe Misión en Suecia, sin saber que pronto estallaría la segunda guerra Mundial, quedaban separados, por tanto, en extremos opuestos del mundo, fue solo a través de cartas que mantenían contacto, logrando en la distancia la solemnización de su noviazgo el mismo día que Polonia es invadida y estalla la Guerra. En medio de estas circunstancias, Tomic decide ir en su búsqueda, como él mismo nos relata”, siendo el único y último pasajero de un barco sueco de carga, sin más visación en mi pasaporte que la de Suecia”. Nunca imaginó que los avatares propios de la Guerra lo harían complicar su búsqueda. El barco en el que iba recibe la órden de refugiarse en Gibraltar, por lo que debían esperar. Pero este hombre con alto sentido épico decidió continuar su búsqueda, atravesando por tierra toda la Europa ensangrentada en medio de la guerra. Cuatro meses duró su periplo entre Gibraltar, España, Francia, Bélgica, Alemania y Suecia, destino al que llegó, alcanzando asi su corazón la paz del hombre que logra su primera y más importante conquista, “porque el amor todo lo pudo” finalmente,  un matrimonio consolidado y nueve hijos como resultado, de los cuales hoy hay siete aquí presentes: Gabriel, Felipe, Amaya, Esteban, Carlos, Olaya y Francisco a quienes les entrego un fraternal saludo.
La personalidad de Tomic, no tan solo se vio reflejada en la maravillosa historia de su vida. Un hombre brillante, de ideas nítidas y pensamiento preclaro, un adelantado para sus tiempos, un prohombre para muchos. Fue capaz de armonizar sus dones intelectuales, con la estética de su oratoria, llegando a ser considerado para algunos como Ricardo Boizard, “la voz torrencial de la política, el púlpito y la calle”. Simplemente un hombre de corazón apasionado y mente despierta, que inicia sus años de lucha política en los albores de la falange Nacional, siendo uno de sus fundadores, previo paso por la Acción Católica, cuna de innumerables democratacristianos que vivieron al servicio de su patria desde la vertiente iluminadora del humanismo socialcristiano.
Su transitar por la vida política lo llevo a asumir diferente desafíos, así en 1938 junto a Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton, Manuel Antonio Garretón y Rafael Gumucio, entre otros, fundó la Falange Nacional siendo su presidente entre 1946 y 1952.  En 1957, este conglomerado junto a otros grupos social cristianos forman el Partido Demócrata Cristiano.
Diputado de la República, por la primera agrupación departamental Arica-Pisagua-Iquique en dos periodos entre (1941-1945 y 1945-1949), Senador en votación complementaria por la primera agrupación provincial Tarapaca-Antofagasta en la legislatura de 1945-1953, incorporándose el 11 de julio 1950 en reemplazo del Senador Pablo Neruda, quien había sido desaforado.
Tras varios años de receso político en 1961 fue nuevamente electo Senador por la tercera agrupación provincial Aconcagua-Valparaiso en el periodo comprendido entre 1961-1969, siendo destinado como embajador de Chile en Estados Unidos el 04 de marzo 1965, en el Gobierno  de Eduardo Frei Montalva, quien lo reemplaza en el Senado es don Benjamín Prado Casas.
En la campaña de 1970 Tomic asume uno de sus más grandes desafíos, o como el mismo dijera el más alto honor que el partido pudiera otorgarle, ser su candidato a la presidencia de la república:  “no me tiembla la voz para decirlo o la revolución democrática popular dando forma a un inmenso esfuerzo de participación del pueblo para que Chile alcance otro horizonte y un nuevo destino, o el colapso institucional dividirá gravemente a los chilenos contra si mismos” .  Fue parte de su premonitorio discurso, lamentablemente el pueblo no le otorga el más alto honor al que aspira un hombre en política, la merecida presidencia de la república, siendo su grandeza y sentido republicano el que lo empujara a reconocer su derrota y el triunfo legítimo en la figura de Salvador Allende Gossens
Finalmente y con el retorno a la democracia fue nombrado por el Presidente Patricio Aylwin como embajador de Chile en la ONU el año 1990.
Pero más allá de sus cargos y desde el fondo de sus sólidas convicciones, consideraba al movimiento humanista cristiano como un generador constante de cambios en un Chile sumido ante la injusticia, intolerable para todo cristiano (más allá de la religión), en el ejercicio diario de la práctica política, aquella inspirada en la insatisfacción propia de quienes aspiraban a construir el “reino de Dios en la tierra”, aquel donde imperaban principios rectores como el amor al prójimo, la solidaridad, la tolerancia y la justicia social.
Era un hombre que respiraba el evangelio y con su prodigioso verbo, enfrentaba al mundo cual profeta guerrero en busca del triunfo de los más desposeídos, somos la “espada y el escudo de los más pobres”. Y como no?, si en ferviente y constante predica, encendía las brasas de los corazones justos, transformándose en la conciencia despierta de los Cristianos en política: “vana es nuestra fe si Cristo no ha resucitado”, en palabras de San Pablo nos recordaba la esencia misma del cristianismo. Continuaba: “o la democracia cristiana acepta ser directa y necesariamente la expresión política temporal (bajo la responsabilidad de los laicos y no de la iglesia) de los valores definitorios del Humanismo Cristiano… ¡o no será nada, porque no merecería serlo, y el ‘oportunismo’ político la transformaría en una feria de intereses personales cuando no bastardos!. Claramente la firmeza de sus principios no eran tan solo una estocada ideológica y moral para sus contendores, sino también un constante desafío para quienes abrazaran los principios que el mismo juró honrar.
En aquellos momentos de mayor confusión también nos dio señales como las que a continuación transcribo:
 “San Pablo escribió que la vida del hombre es lucha, y es probable que la lucha por el destino humano haya alcanzado en nuestro tiempo dimensiones tan vastas, tan intensas y tan feroces como nunca antes en nuestra historia. Porque es así, el político cristiano necesita, de cuando en cuando, apartar su alma de las peripecias inmediatas de la refriega para retornar a sí mismos en busca de los signos conductores que dan sentido profundo y valor trascendente a su combate”.
O como por ejemplo para recordarnos por quienes debíamos optar en nuestra condición de humanistas en una sociedad que pugnaba entre ideas tan distantes a nuestra vertiente filosófica:
¡Escojamos a los pobres!. A la inmensa muchedumbre de los humillados, de los explotados, de las víctimas del desorden intelectual, social y económico que hoy singulariza a nuestro continente (…) Que la batalla por la libertad no sea de ninguna manera para nosotros, los demócrata cristianos, la batalla por la ‘libertad económica como fundamento de todas las libertades’, según quisieran los que han hecho del dinero la raíz podrida del orden social-económico contra el cual combatimos en América latina”.
El prójimo tiene rostro, nombre y apellido, sangre caliente en las venas, mujer e hijos a los que ama, dignidad esencial de hijo de Dios. He aquí el rumbo imperativo: defender la dignidad esencial de cada persona humana”, con fervor nos clamaba.
Y en sus batallas políticas, podríamos recordar innumerables intervenciones y documentos a favor de la democracia (como el discurso que argumentaba el voto en contra de los falangistas, frente a la llamada “ley maldita”), o la unión social y política del pueblo (concepto premonitorio de la posterior Alianza Democrática y Concertación de Partidos por la democracia) o la firma de la declaración del 13 de Septiembre de 1973, donde 16 altos dirigentes del Partido se oponían al golpe militar y a la actitud asumida por la directiva nacional en aquel entonces.
Sin embargo, una de sus mayores luchas fue la defensa del cobre al que definía como la viga maestra de nuestra economía: “nuestra Patria tiene en el cobre algo que yo me atrevo a llamar una palanca providencial, palanca que podría permitirle como a pocos Estados de nuestra movilizar a su pueblo para un gran objetivo de unificación nacional: ¡una política chilena del cobre!...
O como se lo recordara a través de una carta a don Sergio Onofre Jarpa en Agosto de 1983, cuando ejercía como ministro del Interior del régimen: “Chile perdió la Patagonia por creer que no ‘valía nada’ y por las mismas razones acaba de desnacionalizar las mayores y mejores reservas de cobre del mundo, estableciendo ‘enclaves extranjeras’ de rango constitucional, en el espacio más sensible de la economía y el destino nacionales: el cobre.
Sin lugar a dudas Radomiro Tomic ha sido un grande dentro de los grandes, y hoy a 20 años desde que la luz de su vida fuera vencida tan solo en su forma temporal, aún el eco de sus palabras se eterniza recorriendo los corazones de hombres y mujeres, de jóvenes que orgullosos ostentan en el corolario de nuestra historia a quien alimento a miles de hambrientos de cambio, derribando las fronteras de la inacción y el conformismo, alentando a los espíritus débiles para continuar su lucha por una Patria justa, emocionando hasta las lágrimas a quienes sentían una orfandad tan propia de la explotación constante y persistente, porque siempre dijiste:”  “no somos un partido ni de derecha ni de izquierda, pero menos aún un partido de centro.  Así de simple (…), somos un partido de vanguardia (…) el que busca un nuevo destino histórico, (…) para construir en Chile una nueva sociedad, una nueva democracia, una nueva economía que no será una imitación de la sociedad, la democracia y la economía, que construye el capitalismo o la que construye el socialismo”; y para sostenernos en tan compleja afirmación nos recordaste a Goethe:  “si un hombre sostiene con firmeza una idea justa, cambiará la faz de la tierra”
Hoy, no asistimos solo al recuerdo de Tomic el hombre y el talentoso político, sino también al acto de trascendente y justa reivindicación de todo un legado, de toda una historia, de un testimonio de vida, evocado en este hemiciclo, mas no para constituirse en el cansino recuerdo de quien no está en su forma material, sino más bien para transformarse en el nuevo aliento embriagador de una causa tan vigente en la hora actual, aquel ferviente llamado que desde la eternidad que hoy nos provoca y nos convoca, a la construcción de la coherencia emanada de una profunda convicción, aquella que nos permitirá volver a decir: “patria nuestra, patria nuestra, con tu nombre en el pecho se ha puesto de pie una juventud”.

He dicho

Víctor Torres Jeldes
Diputado de la República de Chile
Vicepresidente Nacional del Partido Demócrata Cristiano

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