Por Alfredo Joignant
Desde hace varias semanas (en rigor, desde que se inició el presente año), la principal fuente de protagonismo político opositor ha sido el PDC. Desde el audaz anuncio de la candidatura presidencial de la senadora Ximena Rincón, hasta la proclamación de la voluntad de acceder a la primera magistratura del (aún) alcalde Claudio Orrego, pasando por el bullado acuerdo DC-RN sobre el cambio de las formas del régimen, son todas iniciativas y estrategias vinculadas al partido de la flecha roja como organización o, en su defecto, a partir de decisiones de algunos de sus más conspicuos líderes. Qué duda cabe: si ya el acuerdo alcanzado con RN constituye la más avanzada propuesta de reforma política desde 1990, liderada por los dos jefes de partido más conservadores de todo el espectro chileno (como para convencerse de que para formular una propuesta objetivamente revolucionaria no es necesario ser revolucionario), la expresión de voluntad presidencial por Rincón y Orrego (y tal vez mañana por Walker y Pizarro) dibuja claramente el camino del medio por parte del PDC. Es decir, un camino que el vulgo califica de "centro", en el que pueden confluir intereses transversales al cabo de una infracción a la línea divisoria que separa la izquierda de la derecha, en donde el "centro" encarnado por el PDC puede tornarse excéntrico, y al que pueden concurrir votantes moderados y hasta progresistas, acallando las voces más ideológicas de la derecha y de la izquierda partidaria.